Akila Dignidad

Nombre del autor:Christian

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8M Ecuador: NIÑAS, ADOLESCENTES Y MUJERES SIEMPRE EN PELIGRO

Ante los acontecimientos que han sacudido la integridad y la democracia en nuestro país, alzamos nuestra voz enérgicamente contra la violencia de género que atraviesa lo personal y social. Que destruye el tejido y la idea de comunidad. Sostenemos que es inadmisible continuar siendo testigos de actos que atentan contra la dignidad y los derechos fundamentales de las personas, en especial de las infancias. RADIOGRAFÍA DE VIOLENCIA BASADA EN GÉNERO: Niñas (infancias): Mujeres en todas sus diversidades: Violencia política: Cada acto de violencia política, ya sea directo o indirecto, mina la confianza en nuestras instituciones y socava la participación ciudadana en el proceso democrático. Debemos reafirmar nuestro compromiso con los valores de la democracia, la justicia y el respeto por los derechos humanos, y exigir que quienes ocupan cargos de liderazgo actúen con integridad y responsabilidad. Es imperativo que las autoridades competentes investiguen a fondo estos crímenes y que se aplique la justicia de manera transparente y equitativa. Además, es necesario implementar medidas efectivas para prevenir y erradicar la violencia política, incluyendo la promoción de una cultura de diálogo y tolerancia, así como la protección adecuada de los defensores de los derechos humanos y los líderes comunitarios. Solo a través del compromiso activo y la solidaridad colectiva podemos construir una sociedad donde la violencia política sea un triste recuerdo del pasado y donde todas las personas puedan participar libremente en la vida política y social sin temor a represalias. Es hora de unirnos en contra de la violencia y trabajar juntos para construir un futuro más justo y pacífico para todos. Violencia estructural: Si observamos los datos que han sido extraídos de la página de la Fundación Aldea -quienes hacen un trabajo arduo para visibilizar las violencias sobre los cuerpos feminizados y de las infancias-, son solo ejemplos porque reconocemos y denunciamos que siempre existirá un sub registro al no contar con una sistematización nacional de las desapariciones y delitos en materia de género, luego, porque es casi imposible acceder al sistema de justicia. El acceso a la justicia es cada vez más inhumano y para sostener un proceso legal  se necesitan recursos financieros, pero también “sociales” para generar incidencia en la rapidez de los casos. Sobre la violencia política, es importante destacar que la discriminación y la intimidación dentro de la esfera política no solo vulneran los derechos de las personas involucradas, sino que también debilitan la institucionalidad democrática y el funcionamiento adecuado del Estado. Nuestro compromiso con la justicia, la igualdad y los cuidados nos impulsa a actuar, a levantar la voz y a trabajar incansablemente por un futuro más justo, seguro y empático. Con estos datos, una vez más hacemos un llamado a quienes quieran ser parte de la reconstrucción social, de la unificación del tejido social, de la erradicación de las violencias y de ejercer la vida desde cada espacio con #TernuraRadical.

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Un año de guerras, precariedad y miedo

Por Silvana Tapia Tapia1 1 PhD en Estudios Sociojurídicos. Becaria de investigación del Leverhulme Trust en la Escuela de derecho de la Universidad de Birmingham, Reino Unido. Intentar hacer un balance del 2023, desde una perspectiva feminista anticolonial, frente a la violencia extrema que hemos atestiguado en Ecuador y en todo el mundo, es doloroso. La urgencia y las encrucijadas a las que nos arroja la guerra —entre pueblos, entre estados, entre el poder legal e ilegal— desplazan temas fundamentales, como la implacable (aunque evitable) crisis climática. A corto, mediano y largo plazo, este problema fundamental afectará de forma diferenciada a las mujeres más excluidas.Además de la violencia sufrida directamente por quienes viven en sus cuerpos la guerra, el despojo y el exterminio —nuevamente, de forma desproporcionada, las mujeres y otras personas subalternizadas—, hemos sentido una ola de censura que promueve la normalización del pensamiento conservador. Expresiones de solidaridad con Palestina, por ejemplo, han sido acalladas incluso en centros académicos cuya carta de presentación ha sido el pensamiento crítico y la inclusión.En medio de todo, para la ciudadanía es difícil discernir y tomar partido debido a las ráfagas de información caótica que llegan a través de redes sociales, prensa comercial, grupos de mensajería y archivos de imagen alterados una y mil veces. Esto causa rupturas que nos privan de la posibilidad de vivir en una realidad común: una cosa es tener opiniones distintas frente a los mismos hechos y otra es vivir en burbujas incomunicadas donde, dentro de una, lo que se asume como cierto es irreconciliable con lo de la otra. Algunas de esas burbujas son trinchera de ideologías violentas, como la de los “incels” (hombres que perpetúan la misoginia) y otros grupos que promueven el odio y pagan publicidad en redes para alimentar sus cámaras de eco. El modelo de negocio de las plataformas que dependen de nuestra permanencia en ellas sobrevive a través de la perpetuación de la violencia y nuestro sesgo de confirmación.Estas fragmentaciones se pueden profundizar más a futuro, con el fortalecimiento de las capacidades de la inteligencia artificial (IA). Como ha ocurrido con otras tecnologías que albergan promesas de beneficiar al bienestar de los pueblos, la IA ya nos está mostrando que la carrera por el poder es lo que finalmente le dará forma a cualquier herramienta. Además de las especulaciones que podemos hacer sobre lo que la IA podría crear, la brecha tecnológica y de la información también agravará las desigualdades entre las personas, los grupos y los países más prósperos, y aquellos que son sistemáticamente despojados. Asimismo, el poder y los recursos están cada vez en menos manos. Ya no serán los estados los que mueven los hilos y pueden considerarse “potencias”. Seguramente, en poco tiempo, esa etiqueta será para corporaciones privadas que no están interesadas en proveer seguridad social o facilitar la redistribución económica y política.Ya en el ámbito ecuatoriano, el año cierra como uno de los más violentos de la historia. Hemos confirmado lo que suponíamos: casi no quedan ámbitos de la gobernanza que no hayan sido infiltrados por el crimen organizado local que a su vez obedece a las élites transnacionales del poder mafioso, patriarcal y racista. Las masacres carcelarias que deshumanizan a cientos de personas continúan, familias enteras y hasta infantes son violentamente exterminados. Los feminicidios aumentan sin control. La violencia xenófoba emerge como una forma execrable de responder al miedo al que viven sometidas las comunidades. Y en ese contexto, la espectacularización de la política, la justicia y la gobernanza, soslaya otras cuestiones de fondo, por ejemplo, la promulgación de una ley que privilegia en lo tributario y arancelario a las elites que ya acaparan recursos, y aplana el terreno para las privatizaciones y la precarización laboral. Ésta, previsiblemente, afectará en mayor proporción a las mujeres. Es tan vertiginoso el ritmo de los acontecimientos, que en cuestión de días olvidaremos lo está pendiente —incluso las cuentas por rendir del gobierno anterior, impopular e interrogado por sus posibles vinculaciones con redes de corrupción y mafias.Con estos ejemplos de los retos y obstáculos que se nos presentan, es muy difícil ser optimista. Pero quizá la primera forma de resistencia puede ser inmediata: rechazar la atomización y el hiperindividualismo exacerbados en las cámaras de eco de las redes sociales, crear y mantener espacios de deliberación colectiva y cuidados compartidos, salir de la zona de confort para construir comunidad. Seguirle el juego a los algoritmos que no solo nos venden cosas, sino que le dan forma a nuestras mentes, es arriesgarse a ser un mero ente consumidor, con debilitadas destrezas afectivas y pocas opciones para formar redes de solidaridad y auxilio mutuo. Frente a la pesadilla, reconocer que la autosuficiencia es un mito. Frente a la frustración, abrir el corazón y la cabeza a la posibilidad de cuestionar lo que creemos sobre el mundo y las causas del dolor y la desigualdad. Frente a la incertidumbre, la esperanza de que una conversación cómplice sea semilla de la imaginación revolucionaria.

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Lo que creemos saber del suicidio

¿Qué es lo primero que viene a nuestra mente cuando pensamos en suicidio?, la respuesta más común incluye una serie de trastornos mentales, desde depresión hasta bipolaridad, algunos lo atribuyen a decepciones amorosas o deudas impagables, pero hay poco conocimiento de los factores intrínsecos que llevan a una persona a tomar tal decisión. Los mitos se encuentran a la orden del día: “Quién se quiere suicidar no avisa”, “Solo las personas con trastornos mentales y débiles se suicidan” y de esa manera se pospone un análisis profundo y un tratamiento como problema de salud pública.  El Ministerio de Salud reportó a julio del 2023, que en el Ecuador, más de 1000 personas mueren al año por heridas autoinflingidas y se calcula que por cada suicidio registrado hay cerca de 20 intentos, cifras que nos llevan a pensar que hay mucho por hacer. Lo que creemos saber del suicidio está lejos de ser la realidad. Lo cierto es que cualquier persona puede sentir, en determinado momento de su vida, que pierde el sentido de la existencia y por tanto recurrir a la muerte como una solución. No necesita como requisito tener comorbilidades psicológicas o psiquiátricas, sino presentar una serie de factores que confluyan y se transformen en un riesgo para la persona.  Desde un enfoque psicosocial, el suicidio se plantea como la expresión de un acto individual gestado en la dinámica de esa persona con el mundo que le rodea, en donde pueden intervenir factores sociales en la construcción y significación del acto, tomándose en consideración los siguientes aspectos: Identificación de señales (advertencias), factores de riesgo y de protección, es decir, que para entender el suicidio habría que analizar estos factores individuales pero también el contexto social y cultural, la interacción del sujeto con su universo (barrio, trabajo, ciudad, país). En cuanto a la identificación de advertencias, no se trata únicamente de las más visibles, como el cutting, la planeación suicida o las despedidas como: testamentos o cartas a sus seres queridos, que por supuesto son de alto riesgo; sino también evidenciar aquellas que a veces son imperceptibles o hasta normalizadas en nuestro día a día, como por ejemplo un adolescente repitiendo que se va suicidar o que ya no quiere vivir, “a manera de broma”, puesto que las amenazas, gestos y palabras deben ser consideradas como un indicador de malestar, que de no ser tratado a tiempo podría desencadenar en ideación autolítica. De igual forma las expresiones verbales de desesperanza, impotencia, irritabilidad, tristeza, junto con otras alteraciones de la cotidianidad, tales como pérdida de sueño, disminución del apetito, bajo rendimiento académico o laboral y en la mayoría de casos, retraimiento social.  Las advertencias incluyen además de las expresiones verbales y comportamentales, la existencia de artefactos que puedan causar lesiones, finalmente, todo lo relacionado con las ideas de muerte, ya sea por medios escritos, dibujos, publicaciones en línea acerca de la muerte o el suicidio; escuchar música o visitar sitios web relacionados con el tema.  En cuanto a los factores de riesgo, tenemos una amplia gama de escenarios, desde la historia familiar, niñez, adolescencia, patrones de crianza, violencia intrafamiliar y ahora sí, tomar en consideración problemas psicológicos tales como depresión, ansiedad o algún diagnóstico médico o psicológico previo. La presencia de cutting, intentos autolíticos, consumo problemático de drogas y alcohol, cambios bruscos de humor y propensión a la impulsividad al momento de resolver problemas, son señales que también hay que considerarlas..  Finalmente, entendemos los factores de protección como los recursos de personalidad, familiares, económicos, ambientales, sociales, que ayudan a una persona a disminuir la propensión a desarrollar ideación autolítica o en caso de presentarla, tener un soporte adecuado para afrontar situaciones adversas. Lo que creemos saber del suicidio podría parecer insuficiente y para entenderlo hay que empezar por destruir mitos, cambiar la visión reduccionista del trastorno mental y dejar de cuestionar al sujeto por sus ideas de muerte, tildándolo de “flojo” o “de cristal” y en su lugar, preguntarnos como personas y también como sociedad si respondemos empáticamente a ese amigo/a, pareja, compañero de trabajo o familiar que nos necesita y puede estar sufriendo en silencio.  Una palabra cuenta, el acompañamiento reconforta, pero las acciones concretas salvan vidas.  1 MSP fortalece la Salud Mental Comunitaria e implementa estrategias para prevención del suicidio. 2 Carmona Parra, Jaime A.; Felipe Torbón Hoyos, Juan C. Jaramillo Estrada y Yuliana A. Areiza Sánchez. El suicidio en la adolescencia en la pubertad y la adolescencia. Un abordaje desde la Psicología Social. Medellín: Fondo Editorial Funlam, 2010.

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