Por José Antonio Sánchez Gordon
Las últimas elecciones en Venezuela, han generado un ambiente de incertidumbre, ira y desesperanza entre la población. El proceso electoral, ampliamente cuestionado por la comunidad internacional y por sectores de la oposición interna, ha reforzado la percepción de que el gobierno continúa consolidando su poder a expensas de la democracia. Esto ha derivado en el incremento de la desconfianza sobre el funcionamiento de las instituciones democráticas ratificando al mundo la presencia de un Estado autoritario y demagogo. La falta de transparencia y las denuncias de fraude electoral, los abusos de poder, el hermetismo evidente frente a la transparencia y el uso del terror como un recurso desde el Estado han erosionado aún más la fe ciudadana sobre la posibilidad de un retorno pacífico hacia la democracia, profundizando la crisis política, económica y humanitaria que enfrenta el país.
La forma de consolidación del poder por parte del gobierno venezolano podría desencadenar una nueva ola migratoria, exacerbando la ya grave crisis humanitaria en la región. Muchos ciudadanos venezolanos, quienes enfrentan una economía en colapso, escasez de alimentos y medicinas, y una represión política creciente que vuelven a colocar a la migración como su única opción viable y segura. Esto podría incrementar los retos de los países vecinos que ya acogen a millones de ciudadanos venezolanos debido a la necesidad de garantizar su acceso a los sistemas de salud, educación y servicios sociales que en muchos casos ya son insuficientes para los propios nacionales.
Consecuentemente, la región enfrenta retos significativos en términos de integración y manejo de la crisis migratoria. La llegada masiva de personas venezolanos requiere de una coordinación regional más efectiva para proporcionar asistencia humanitaria y asegurar la integración socioeconómica de los migrantes. Los países de acogida necesitan políticas inclusivas que partan desde el enfoque de derechos humanos y que faciliten el acceso al empleo, educación y servicios de salud, mientras se mitiga la xenofobia desde la sensibilización a las poblaciones locales. Sin embargo, es crucial fortalecer los mecanismos de cooperación regional y buscar soluciones diplomáticas para abordar las causas fundamentales de la crisis en Venezuela y prevenir la naturalización del autoritarismo y el uso desmedido del poder en el mundo.
El uso abusivo del autoritarismo sobre las instituciones de la democracia impacta profundamente en la vida de las personas al restringir sus derechos fundamentales y limitar sus libertades individuales sembrando la desesperanza entre la ciudadanía. En este caso, la consolidación del poder a través del autoritarismo y el terror no solo socavan la democracia, sino que también perpetúa la crisis humanitaria y política, dejando a la población en un estado de vulnerabilidad extrema y sin perspectivas claras de un futuro mejor. Nuestra solidaridad siempre del lado de la verdad, la democracia participativa, el pueblo venezolano, los pueblos migrantes.